lunes, 13 de abril de 2009

En las aspas del molino satánico

Día a día aparecen nuevas noticias que nos informan acerca de personas que arriesgan la vida, la pierden o se la quitan a otros a cambio de enarbolar un simple "yo soy, yo existo, siéntanme" o que después de sentir que eran "alguien", al perderlo todo, deciden acabar con sus vidas.

A ratos parece que vivimos encerrados en alguna mala película estadounidense donde algunos, cansados de sentirse ignorados y maltratados, deciden tomar venganza y demostrar que, al menos por un segundo, pueden tomar las riendas del juego aunque sea a través de la destrucción. Donde otros, frente a la posibilidad de dejar de vivir rodeados de la materialidad acostumbrada, prefieren desaparecer.

¿Puede aplicarse un reduccionismo psicológico a esta situación? ¿Aceptarse las burdas explicaciones sobre la influencia de Marylin Manson, la pobreza o el vivir cerca de una fábrica de rifles? Me temo que no. Los casos no tienen patrones comunes más allá de la sensación fantasmagórica de sus involucrados.

Los empresarios y ejecutivos que sucesivamente se han ido suicidando frente a la perspectiva de haber perdido su riqueza material no escuchaban rock satánico, no eran pobres ni habían crecido cerca de una fábrica de rifles. Entre los niños y jóvenes que empuñan armas contra sus profesores y compañeros no parece haber patrones socio-económicos comunes. No es asegurable que todos los jóvenes atraídos por el narcotráfico "no tuvieran otra opción" por ser pobres. Eso es pensar que la pobreza implica falta de dignidad o de ética. Aquí estamos en presencia de otra cosa.

Es el sentido profundo de la dignidad humana el que agoniza, a pesar de estar cada vez más tapado de "derechos" que preteden invocarlo. De hecho, esta fiebre legalista sobre los derechos- humanos- inalienables tiene que ver justamente con una depreciación de la vida del ser humano. Lo que en algún minuto estuvo sellado a fuego en nuestra tradición y costumbres hoy debe ser obligado por ley.

Esta situación debe llevarnos a discutir los límites de la competencia en el mundo en que vivimos ¿Es sostenible la guerra total de todos contra todos en el mercado? ¿Cuál es su límite? ¿Que los "loosers" pierdan sus vidas es simple selección natural? ¿La movilidad social semi-automática es razonable? ¿Play hard, play rough?

Lo cierto es que vemos en el mundo las señales de lo que Karl Polanyi llamó "el molino satánico" del mercado en plena operación. Esto es, un funcionamiento incorrecto del mercado donde éste termina confundiendo a las cosas, los seres humanos y sus formas de vida como mercancías equivalentes, alejándonos del saludable equilibrio que, por años, mantuvieron las tradiciones locales reflejadas institucionalmente sobre la operación mercantil. Y no estoy hablando del Estado, el gran leviatán, frente al cual las personas, las cosas y sus formas de vida no aparecen ya como mercancías sino como fichas despreciables en un tablero (y que, de hecho, como bien demostró Polanyi, es el que articula el marco regulatorio que permite la operación del "molino satánico", pues antes de que exista un mercado del tipo que sea debe estar ahí el Estado).

La salida a este problema no es realmente conocida. No hay ejemplos al respecto en el primer mundo. Pero la historia es muy vieja. En "La gran transformación" ya nos cuenta Polanyi cómo muchos campesinos desplazados se negaban a entrar a las "casas de pobres" por la indignidad que esto significaba. Y morían junto a sus familias en medio del frío invierno inglés abrazados entre ellos y abrazando la Inglaterra que conocieron, con sus casas de piedra, sus bosques para la caza y la leña y la pequeña huerta que paraba la olla familiar. Hoy pienso en esos campesinos cuando veo a las miles de familias norteamericanas que se han ido a vivir a moteles carreteros, carpas o remolques.

Yo lo único que sé es que la felicidad humana, incluso en la extrema pobreza, pasa por un tema de reconocimiento. De sentir que en la comunidad uno ocupa verdaderamente un espacio y que ese espacio es valorado por los demás. Y que ese espacio no es siempre físico (en algunas tradiciones la casa familiar tiene esta característica, pero en Chile, país terremoteado, no podemos darnos ese lujo, por lo que el orgullo familiar a veces proviene de venir de cierta zona, pueblito, etc.)

Por esto mismo, sé que el mejor espacio de expresión para este reconocimiento mutuo, en contextos modernos, es el mercado. Es en el mercado donde nos conocemos y re-conocemos al intercambiar libremente (y esto es responsablemente, en posesión de uno mismo) nuestro esfuerzo por el de otros y en el intertanto conocernos, armar proyectos y relacionarnos. También es el mercado el asignador más eficiente de beneficios que premian nuestro esfuerzo y dedicación, no siempre con dinero para uno mismo.

Pero esa dimensión beneficiosa del mercado pierde sentido cuando el propio reconocimiento de nuestro valor como personas y de nuestra libertad y orgullo comienzan a transarse de igual manera. "Lo siento señor, pero usted no vale nada, no podemos seguir siendo amigos, quizás si sus acciones se recuperan".

También sé que la forma de solucionar esto no es hacer crecer el Estado. "Señor 2.398, lo siento, pero usted está 3 puntos según la ficha de asignación familiar para acceder al beneficio del modelo 1 de vivienda en su ciudad, pero le será asignado un modelo 2 en la ciudad de al lado con opción de postular a antejardín con moderado pasto". El ogro filantrópico no arregla el molino satánico.

Por tanto concluyo nada originalmente que es en la alimentación de lazos previos al estado y al mercado donde está nuestra esperanza. Estos son lazos familiares, de amistad y de reconocimiento mutuo. E incluyen una amplia gama de intensidades. Yo los alimento cuando saludo a las personas con las que trabajo y les doy un minuto de tiempo para intercambiar impresiones aunque sean sobre el clima; También cuando saludo personas en la calle (en la ciudad es más difícil porque no puede uno andar saludando todo el día, pero se puede optar por saludar a los viejitos que no van apurados o a las personas que están barriendo la calle); cuando recuerdo, aunque sea gracias a facebook, los cumpleaños de las personas y hago presente mi saludo y si puedo un regalito; cuando ayudo a una señora con el coche en las escaleras del metro, doy la pasada a las mujeres y a los mayores; asisto a reuniones sobre temas curiosos (la roma clásica, la economía familiar, existe la Atlántida?) e intercambio opiniones con otros asistentes; invito a mis primos a reunirse y conversar; Comparto un vinito o unos apuntes de clases con alguien de la Universidad; Me hago amigo de la familia de mis amigos; Ayudo a organizar fiestas; Visito a mis abuelos; regalo cosas porque sí. Y no hay nada mejor que regalar cosas porque sí (especialmente si el regalo es una fiesta).

Todo esto suena a normas de conducta antediluvianas. Y en cierta medida lo son. Nuestros antepasados trabajaron mucho la forma de las relaciones sociales y la educación y la cultura, el "ser caballero", ser "persona bien" tenía mucho más que ver con este tipo de cosas que con las siutiquerías varias con las que hoy pretende asociarse.

Esta maraña de relaciones, amistades, saludos, fiestas y regalos le enreda las aspas al molino satánico y permite que nuestra acción en el mercado sea beneficiosa para todos. Y no estoy hablando del tan temido "amiguismo", "pituto", etc, hoy en decadencia por las exigencias técnicas de la mayoría de los trabajos. Sino de un sincero reconocimiento del otro, de su forma de vida y de lo valioso y maravilloso de su existencia, en la cual cada uno de nosotros se ve reflejado un poco. De celebrar un poco la vida.

Creo que es así de simple. Así de difícil.

domingo, 30 de marzo de 2008

No country for old men

Anoche fui a ver No country for old men (escribo el nombre en inglés no por pretencioso sino porque la traducción es miserable). Me dejó helado. No tanto por la a ratos aburrida sucesión de muertos, sino por lo que creí ver en el fondo de la película. La pregunta por lo que se transforma. Sin duda el personaje principal es el sheriff y lo que representa: un mundo de valores en retirada que, de a poco, comienza a dejar e entender lo que para hoy es cotidiano y lo reemplaza por lo que parece la irracionalidad más descarnada. O la racionalidad sin nucleo, como el personaje del asesino desquiciado. El fin de la película es lejos lo más interesante. La conversación del sheriff con un hombre mayor retirado, creo que su tío, donde éste le dice que "siempre ha sido igual", y el cuenta la historia de cómo unos indios asesinaron a un tio bisabuelo de él. Y, finalmente, el sheriff relatando a su esposa un sueño, donde su padre se le adelanta en el camino a preparar el campamento, entre la nieve. Él sabe que tendrá un lugar cálido donde dormir gracias a su padre.

Pienso que el camino allanado es el de la ética que permite plantarse frente al mundo y decir "este soy yo". Aunque el mundo se acabe. Y esa ética es la que te permite sentirte parte de un pacto y una complicidad entre muertos, vivos y gente que no ha nacido. Es como la nación, pero más pequeña, en su tejido más fino: la tradición familiar. El mundo desquiciado siempre existirá, el cambio no se detiene entre los espíritus sin raíces y cada época tiene un detonante para el desorden. Pero lo único que al final de la vida permite decir, "aquí mantuvimos la bandera en alto" es salvaguardar lo más valioso que se nos heredó: valores y principios. Cada uno ve cómo, pues a veces ese cómo toma caminos muy dispares, a veces errados.

Cuando uno mira al Chile de hoy desde esa óptica, es fácil reconocer cómo la inmoralidad es levantada como bandera de lucha por espíritus pequeños presentes en todos los sectores políticos y sociales. Pero también es reconocible la grandeza de la tradición en tantos otros, la seguridad de saber donde se está parado y qué es lo que al final del día es más valioso.

A uno le gustaría que la discusión sobre la mesa fuera qué valores y principios deberán primar al final y de qué forma por el bien de nuestra nación. No si tal o cual partido se queda con cuantas y cuales alcaldías ni cupos senatoriales. No si ellos se corrompieron antes y los otros después o esa lógica ordinaria de espetarse mutuamente la culpa del desorden absoluto en el ejercicio del poder como estrategia política y no para buscar soluciones a ello. No el hoy por tí, mañana por mí. No, en fin, el vacío ético profundo que nos conduce a una crisis moral abismal. Lamentablemente, al parecer, nuestro mundo político actual es más una reyerta eterna entre pistoleros mexicanos, asesinos a sueldo y psicópatas sin ley que un pacto entre sheriffs éticos. No country for old men.

viernes, 21 de marzo de 2008

Chile y el segundo centenario

Todos los países tienen su propia forma del poder o, si uno prefiere, su propia cultura política. Chile no es la excepción. Sucede, normalmente, que los grupos con un control directo de las instituciones políticas tienen una escaza comprensión de esta forma o bien la consideran atrasada y bárbara y pretenden transformarla como quien se cambia de calcetines. Esto provoca un desfase entre la ideología de los que tienen parte del poder y la forma concreta de éste. Y ahí comienzan los problemas muchas veces.

El último gobierno chileno ha adolecido terriblemente de este mal, básicamente por creerse su propio cuento. Cuando uno piensa en Chile y ve gente sin ropa corriendo por la calle, banderas hippies de colores, viejitos curados en la piojera y oficinistas gordos con barba de candado comiendo sandwich de potito en el Liguria (es decir, cuando uno piensa que no hay nada más chileno que The Clinic) puede que se sienta muy a gusto con su visión, pero comete un gran error. Nuestro país tiene una geografía y una historia que lamentablemente nos aleja bastante de ese fervor buena-onda-super-loco que se ha apoderado de muchos de nosotros.

Chile fue una pobre capitanía general que supo más de guerras y muertes que de fastuosas fiestas, pomposa vida de corte virreinal o refinadas artes. Fue el lugar de encuentro de dos razas guerreras que no se dieron tregua ni cuartel y de cuya mezcla nacimos. Una sociedad agrícola y militar, de férreas y nobles creencias y donde el respeto se ganó con trabajo y sacrificio. La hacienda, institución que marcó nuestra historia en su existencia de casi tres siglos, fue el espacio donde se selló nuestra unidad cultural, marcada por la religión católica y por la copresencialidad de patrón y mandado y el mutuo reconocimiento (no sin dominación de por medio). Y luego de la independencia fue el orden la mayor virtud conquistada, restaurándose un Estado en forma centralizado con un ejecutivo fuerte y pleno de autoridad luego de la anarquía revolucionaria, cuajando este nuevo viejo orden durante todo el siglo XIX, hasta el gobierno de Balmaceda.

El siglo XX se inicia con los gobiernos parlamentarios, cuyo mayor pecado es similar al que vivimos hoy en un sentido muy interesante. Aquellos que tenían control del poder, no sin cariño a su patria, pero actuando con bastante ignorancia y cierto desprecio a sus pobres costumbres, aprovecharon una época de increíble riqueza para intentar convertir nuestro pobre y digno refugio terreno a la pompa europea de moda. Y ese fue el inicio de la decadencia, por lo que 1910 fue más un llamado a reflexionar sobre la crisis moral del país que una fecha de celebración sin culpa.

Hoy, cuando los gobiernos sucesivos nos han obligado a torcer el cuello a Suecia, Suiza y Dinamarca diciendo "He allí el progreso, he ahí nuestro norte" no puedo evitar pensar en los carruajes que recorrían los paseos finamente terminados de los que algo queda hoy en Santiago centro. "Mirad a Francia, he ahí la civilización". Y la incomprensión de unos ha sido la torpeza de los otros. "Transantiago exijirá un cambio cultural en los chilenos" como si los cambios culturales pudieran ocurrir en 24 horas. "Gobierno ciudadano que acoje y escucha a todos en un diálogo pluralista" como si el poder pudiera ejercerse así en un país de la extensión del nuestro y cuya cultura política exige un ejecutivo fuerte y decidido, presente siempre en espíritu. "Gobierno que promueve y acoje las minorías" como si no se supiera que toda nación está compuesta de minorías atrapadas en un pacto entre vivos, muertos y los que están por nacer.

Así, nos encaminamos a nuestro segundo centenario independiente con una sensación parecida. De crisis moral. De pérdida de fundamento. De identidad secuestrada. Y aunque a los primeros cien años llegamos en medio de valses macabros, a nuestro segundo centenario lo haremos quien sabe cómo. Escuchando a Lalo Parra en el Liguria por diez lucas, con una camisa polo rosada y pantalón caqui pero pelo largo y barba Lagos-Weber, tomando pipeño en copas de cristal, gritando garabatos en la noche, leyendo The Clinic, mirando en menos a los católicos y pensando que somos modernos, pero chilenos (mire la empanada que me como, pero con carne de soya y una salsa shuper loca). En la siutiquería desarrollista misma, pensando que si la alegría todavía no ha llegado es porque no la hemos traído de Suecia.

lunes, 28 de enero de 2008

Feliz Cumpleaños

La idea de un cumpleaños es sumamente simple, pero abandonar su protocolo y convertirlo en cualquier cosa también es demasiado fácil: el celebrado debe organizar un festejo e invitar a sus amigos/ conocidos/ gente/ publicarlo en su fotolog (él ve el radio de expansión que tenga la invitación, pero debe alcanzar el festín para todos). Generalmente el presupuesto condicionará la cantidad de gente y lo que se les ofrezca (antiguamente la comida y el trago eran un must para el cumpleañero, pero en la medida en que la cantidad de lo segundo se vuelve siempre escaza desde tiempos bíblicos y Jesús no anda por allí convirtiendo agua en vino, se puede optar por ofrecer o bien la cerveza y/o el vino, o simplemente plantearle a los comensales que ellos traigan su propio copete). Lo que importa aclarar es que el primero que hace un regalo en su cumpleaños es el organizador del cumpleaños, que regala a todos sus amigos una vez al año una fiesta/carrete/asado/etc. Y es de tan mal gusto organizar algo donde se note descuido que regalar regalos descuidados como chocolates de Pronto Copec.

Con la gente invitada y el festejo listo, es momento de esperar a que lleguen las personas. En este caso el regalo es una obligación (no es que el cumpleañero obligue, es una obligación moral del invitado, que asistirá a un festejo en nombre de su amigo/a y debe retribuir este don con otro don). El regalo debe intentar portar el sello personal de la persona que regala en vínculo con la persona que recibe, es decir, debe hacer referencia a algo que una a ambas personas y demostrar dedicación en su fabricación/selección. Obviamente el peso de esta obligación desciende en la medida en que conocemos menos a la persona: si llegué al cumpleaños por fotolog, un chocolate es gesto suficiente (y esperar que no sea alérgico el quelo reciba). Lo que el cumpleañero - en verdad- valorará es el gesto y no el regalo en sí, pero hay que recordar que el gesto se compone de varios elementos (dedicación, preocupación, circunstancias, etc.) y no es llegar y regalar cualquier cosa y esperar que se valore el gesto (que en ese caso es de despreocupación).

Terminado el cumpleaños, el cumpleañero habrá entregado un don a sus invitados (sí, esa es la razón por la que a mucha gente le apesta celebrar cumpleaños: uno debe estar atento a todo lo que pasa y a que todos lo estén pasando bien, básicamente porque el que está DANDO la fiesta es uno). En alguna pieza se habrán amontonado los presentes dejados por los invitados. Y todos se irán luego a sus casas. Pero queda un problema dando vueltas: el regalo que se entrega al cumpleañero no es un equivalente al regalo recibido por la fiesta, es lo que se llama un "don de espera". La única retribución a la fiesta es la celebración del propio cumpleaños y la invitación al que hoy es cumpleañero. Eso permite que se reproduzca esta antiquísima costumbre. Uno queda, después de ir a un cumpleaños, debiendo la propia celebración.

En conclusión:

1. El cumpleaños no es una fiesta para uno, es una fiesta que uno da (es un regalo) para los amigos y conocidos en la que se le festeja
2. El regalo es muy importante, y como lo que importa es el gesto, hay que ver qué gesto se está entregando
3. Uno queda ligado a una red de cumpleañeros


La próxima vez que se les ocurra celebrar esos cumpleaños "en volada" en que el cumpleañero básicamente no hace nada y los comensales llegan con copetes personales y sin regalos, acuérdense de esto y mejor lo dejan para otro día. No hay que tenerle miedo a los dones (regalos), pero sí respetarlos.

domingo, 13 de enero de 2008

Las guerras de clase media de fines del siglo XX

En el Chile del siglo XX, luego del retiro de las élites a comienzo de siglo para hacer fiestas afrancesadas y posteriormente asados piscoleros, la escena política pasó a ser dominio de la clase media nacional. El problema es que ella provenía de dos fuentes irreconcilables: el mundo miltar y la burocracia pública. Esto derivó en una serie de conflictos que fueron acrecentándose a medida que avanzaban los 100 años.

Al comienzo todo iba más o menos bien, habiendo una especie de consenso básico respecto a lo que se deseaba. Esto permitió que los gobiernos radicales encontraran cierto nivel de aceptación general en la tierra media. Pero pronto la burocracia había avanzado y ganado mucho más terreno que los militares. El estado crecía y crecía sin control absorviendo la mayor parte de los recursos del país. Pronto faltaban instituciones que inventar para seguir ampliándolo.

En los años 60 esto hizo crisis. Para seguir ampliando la clase media era necesario repartir "mejor" el país. Así nace la reforma agraria. Repartija general, y el Estado sigue creciendo. Nacionalización del cobre: nuevo ministerio, nuevos funcionarios, más dinero fresco. Y los militares ya comenzaban a sentirse bastante postergados, con sueldos muy bajos y participando poco del reparto.

En los setenta la situación llega a su clímax y se instala la clase media funcionaria pública en el poder. Fiestón mesocrático, de la repartija se pasa al jolgorio. El Estado pretende crecer hasta comerse casi todo, ergo: millones de nuevos ministerios, subsecretarias, INJUV, MIJUV, SERNAM, SISUP, CONFLINFLACH, FUSAL, ETC ETC ETC. Se les ocurre repartir mejor la plata en forma radical, pero se dan cuenta de que no era tanta tampoco ¿Solución? inventar más: las prensas de billetes no pararon. Para todo se requiere ahora un funcionario público. Los precios son fijados mediante un científico sistema que contempla dos alternativas: cara y sello. La universidad se empapa del espíritu de la época y se da sustento "científico" a la obsesión estatista funcionaria. Los militares comienzan a incomodarse porque proporcionalmente casi no reciben beneficios y cuando comienza a mostrar señales de desgaste el carrete, más encima les dan la pega de ordenar y dar tranquilidad a ellos. Al final hay más instituciones, normas y billetes que comida y la cosa se pone fea. Le echan la culpa a los gringos y a los acaparadores por boicotear al gobierno y esconder la comida (¿por qué no quiere vender su pollo fijado en 10 escudos cuando le costó criarlo 500? reaccionario!).

Al final los militares se enojan, se juntan (arman la juntación) y derriban al otro gobierno. Se ponen a ordenar a su pinta la cuestión y al que no le guste lo pasan por armas. Se ponen una tajada buena del cobre y achican el Estado porque no hay tanto militar como para ocupar todas esas instituciones inventadas. Las cuestiones que quedan se las reparten también. Imponen una eficiencia marcial en la toma de decisiones e instalan la jerarquía de mando como principio organizador. No les va nada de mal, pero al final la gente igual se aburre de tanto orden y balazo.

La burocracia funcionaria había tenido distintos destinos bajo el régimen. Depende si pesaban poco y creían mucho en el rollo inventado bajo el gobierno setentero, terminaron re mal. Otros alcanzaron a arrancarse pero a países fomes e igual de militarizados, tras la cortina de hierro. Pero con los debidos contactos y buen ojo para saltar la reja de alguna embajada, podían conseguirse estadías prolongadas de buen nivel en países "desarrollados".

Entre los que se quedaron y quedaron vivos y los que volvieron después de hartos años arman un nuevo pacto mesocrático funcionario para recuperar el poder. Esto sucede y desde 1991 comienzan a rearmar la burocracia que había quedado dañada en dictadura. En Europa habían notado que no era necesario para llegar al hiper estado agarrarse y llevarse mal con todos, sino al revés, ser muy tolerante y buena onda y reconocer la particularidad irreductible de todo. Entonces, cada una de estas cosas particulares e irreductibles requeriría de alguna institución nueva: INJUV, SERNAM, CONADI, CHILEDEPORTES etc etc etc. Como habían aprendido que no se puede imprimir e imprimir billetes sin que la gente se ponga a acaparar pollos, se les ocurre que incentivar que todo el undo se endeude hasta más no poder es la mejor solución. Es como inventar plata sin tener que imprimirla.

El siglo XX acaba sin hipertrofia estatal, pero con una clara tendencia hacia ella.

Como vemos, la clase media militar se funda en una cultura del orden y la eficiencia, pero también de la exclusividad y dignidad específica de lo militar. La clase media burocrática estatal se funda en una cultura funcionaria: gustan de las filas, los procedimientos y los timbres. A Ambos les gusta la división del trabajo, solo que los primeros realizan un trabajo más físico y los segundos de escritorio. A unos les gusta que crezca lo militar y la sociedad se organize más bien sola y a los otros que crezca el Estado, generalmente en desmedro de lo militar porque gasta mucha plata que podría ir al CONFLINFLACH, JUJUB, MEHUJEBAC, MIJDEMU, SEGPRESI, etc etc etc.

miércoles, 2 de enero de 2008

VIVIENDO EN LA EDAD OSCURA

Recientemente, luego de múltiples peregrinajes, piscinas y asados, una revelación ha llegado hasta mí. Sucedió en una larga conversación con mi amigo Pablofe (www.craneospateados.blogspot.com). La idea era poder pensar nuestra era desde el futuro, ¿cómo la verían los hombres del mañana?. La respuesta que se fue elaborando está repleta de nuestra desconfianza en el progreso. La idea es pensar en un documental de esos típicos de History Channel llamado "La baja edad oscura: El siglo XX", donde aparecerían académcios e intelectuales opinando sobre nuestra era. Algo más o menos así, para el año 2500:

- Profesor Herbert Ashbury, especialista en el siglo XX (con el eterno doblaje rasca al español): "En esta época casi todo el mundo tenía algo llamado auto, un artefacto muy primitivo que se movía con petróleo, un líquido oscuro y altamente tóxico y contaminante, que por suerte, para nuestra era, se acabó en el año 2100. Esta gente vivía en un estado de ignorancia y abyección tal, que CONTAMINABAN EL AIRE!! para poder movilizarse. Esto hoy puede sonar estúpido, pero incluso pensaban que era parte de lo que ellos llamaban 'progreso', otra creencia primitiva. Para que puedan entenderlo, imagínense hacer un incendio en una pieza con ustedes adentro respirando el humo. Bueno, esto se hacía diariamente en el siglo XX."

- Nicolás Cruz, historiador chileno: Esta era se caracteriza por el repliegue de las élites a nivel mundial. Luego de la segunda guerra mundial, Europa, cuna de todo rasgo civilizatorio occidental, se encuentra en estado de crisis. Esto permite que un país sin mucha historia ni identidad nacional asuma el control mundial por casi dos siglos: Estados Unidos, llenando cada rincón del planeta con 'comida chatarra' (comida química con alto contenido graso, similar a la que hoy consumen los perros del tercer mundo), música de baja calidad, flamencos rosados y otros elementos de la 'cultura pop', calificada por la sociología de hoy como una 'enfermedad social'. El punto álgido de este retroceso cultural fue el gobierno de George Bush Jr., un tipo afectado por una enfermedad mental similar al retraso que aun no se había descubierto en esa época, y que hoy lleva su nombre (sindrome Bush Jr). Del mismo modo, esto se replica en el interior de casi todos los países del mundo. En el caso chileno, es la época en que había una ministra de educación que había sacado cuatrocientos puntos en la prueba de admisión a la universidad y se implementaba el plan de transporte urbano llamado "Transantiago", diseñado por lobbystas profesionales con consejos de uno que otro aspirante a concejal, generando un desastre de proporciones nunca vistas. Ni hablar del resto de América Latina, donde, por poner ejemplos, en Venezuela gobernaba un monito(que también sufría del síndrome Bush Jr) que se decía socialista (en el período que en la historia venezolana se conoce hoy como el Banana Revival); en Bolivia había un aborígen a cargo del país, que fue derrocado por tradición cuando ya había roto el record de duración de un presidente al mando del país (2 años y medio)...

- Prof. Lawrence Amundsen, especialista en Ciencia Política: Esta gente tenía una fe ciega en dos ideas que demostraron su ineficiencia histórica absoluta. La primera era la "democracia", que ellos suponian era heredada desde los griegos, pero que en realidad fue un invento de las élites holgazanas para desentenderse de sus obligaciones políticas mientras hacían asados en la playa. Consistía en que todo el mundo votaba y el candidato que ganaba era el que aparentaba menor capacidad intelectual y tenía una mayor "sintonía" con las masas. Una vez en el poder, repartía los puestos entre la gente de su partido y sus familiares y amigos. La segunda idea es más interesante aun, por su orígen religioso, era la del "mercado". En efecto, se pensaba que algo llamado "mercado" regulaba casi toda acción humana, por lo que resultaba innecesario generar regulaciones sociales, pues interferían el proceso que llevaba al "equilibrio", momento en que la "oferta" y la "demanda" se encontraban para el júbilo social. Hoy esta idea está archivada y es investigada por teólogos y antropólogos respecto a las creencias religiosas paganas del siglo XX.

-Andrea Del Campo, Bióloga: Como en todas las épocas rascas de la humanidad, una epidemia acabó con un buen porcentaje de ésta durante el siglo XX. Se le llamo SIDA. Sí, el mismo Sida que hoy se cura con un par de días en la cama y sopa de pollo, en esa época era una enfermedad mortal que diezmó a buena parte de la población. Como se creía que era una enfermedad sólo de transmision sexual, se inventó un dispositivo de plástico que debía ser usado durante la relación por el hombre, haciendo del sexo una práctica aburrida y bajando más aun las tasas de natalidad.



Y así, eternamente... es una idea que puede generar largas conversaciones.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Ritos de paso

La gracia de los ritos de paso es marcar un antes y un después de algo. Se supone que el antes y el después son conocidos y prefijados, por lo que es tan simple como transitar desde una posición a otra atravesando esta "puerta" ritual. Pero la verdad es que eso no pasa de ser el punto de vista institucional: el ritual siempre es leído y vivido por el sujeto involucrado en él desde su propia experiencia (algo inmensamente obvio), quien, sin embargo, no sale de la estructura del antes /después. Así, da la impresión de que la propuesta de tránsito de la institución va a estar relacionada a su calidad moral: convertirla en una experiencia vivible por los sujetos dependerá de la capacidad institucional de encarnar valores elevados y generar cohesión social a partir de la persecución de éstos. Baste ver al ejército. Cuando esa calidad moral no es suficiente como para imponer una pauta interpretativa del rito, múltiples lecturas de él surgirán desde los sujetos. Baste ver mi licenciatura. En estos segundos casos, uno siempre puede pensar: "al menos esto se acabó", viviendo la proposición de pauta interpretativa como una hipocresía formal barata y esperando con paciencia el cocktail final.